[PERSONAS]. Por Ana Sofía Romagnoli

II. Marianne



Marianne nació en un pueblito de Francia. Cuando tuvo 21 años se aburrió y empezó a trabajar en un café de París como pastelera. Hacía las mejores creppes
de naranja y vainilla. Cuando ahorró suficiente dinero, se vino a Argentina.
Estaba enamorada de Francisco, un porteño que conoció un otoño mientras servía café y una de sus deliciosas recetas.
Ella siempre se pinta las mejillas como dos rosas y usa el pelo bien corto. Le gusta sentir el cosquilleo del viento en su nuca cada vez que sopla mientras
escucha el "tac.tac tac.tac" de sus tacos color ciruela al caminar.
Marinne es risueña. Una mujer fuerte y de claras convicciones. Sin embargo, la poesía, los perfumes, la pintura y la música, descubren de ella su lado más tierno y vulnerable.
Marianne es una artista.
En Buenos Aires  trabajó varios años como mesera, y todos los clientes la conocieron por sus lindas melodías que cantaba al limpiar las mesas.
Marianne pudo casarse con cualquier hombre que le pidiera un café, o le regalara un ramo de aromáticas fresias. Pero no con Francisco. Con Francisco, no.
Un cazatalentos la escuchó y le ofreció un contrato para cantar cada jueves por la noche en la radio provincial. Ella aceptó. Y desde entonces, Marianne dice que es feliz.
Con los años y la madurez dejó de escribir canciones para Francisco.
A Marianne le gusta el aroma de las peras, tocar un abrigo de terciopelo, ir de la mano de su esposo, jugar con su gata y la comida salada.
No le da pena decir que ya tiene 53 años y ahora que se jubiló, se la pasa viajando. Ama viajar y tomar muchas fotografías cada vez.
Definitivamente, Marianne es una artista.

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